El sol vuelve a salir en Laponia
Una de mis bandas favoritas recita “se abrió un claro entre las nubes, hemos vuelto a ver el sol”.
Aquí no es que se haya abierto un claro entre las nubes, pero sí que después de 6 semanas ha vuelto a salir el sol. Donde vivo, por estar por encima del círculo polar ártico, vivimos un período de noche polar, en la que el sol no asoma por encima del horizonte. Esta época en finés se llama Kaamos.
No voy a entrar en detalle técnico de porque pasa esto, hay gente en la red que lo explica muchísimo mejor de lo que yo lo puedo hacer. Lo que sí quería explicaros es como se vive esta época sin sol y como me afecta a mí, porque a cada persona le afecta, lo vive y lo experimenta de forma diferente.
La noche polar no significa que estemos las 24h del día en oscuridad, tenemos unas 4h de luz, entre las 10 y las 14. Los días nublados, como en todas partes se siente más oscuro, pero los días despejados la cantidad de luz es considerable.
Para mí esta época sin sol es especial por el tipo de luz que tenemos, es una luz azulona, que solamente ocurre en estas latitudes.
La época en la que no sale el sol, o Kaamos, a mí personalmente no me afecta, todo el mundo pregunta que si te deprimes, y siempre contesto lo mismo, que no, que no tengo tiempo para deprimirme, porque es la época que más trabajo tenemos. Pero este año no ha habido turismo por el COVID, y tengo que decir lo mismo, que no me deprime, me parece un período muy especial, algo que solamente podemos vivir en estas latitudes, al igual que el sol de media noche. Los cambios en las horas de luz en Laponia son constantes, y los contrastes brutales, haciendo que cada mes sea completamente diferente del anterior, haciendo que la vida sea más interesante, menos monótono.
Todo el mundo que nos visita dice lo mismo “yo sin sol no podría vivir”, pero la realidad es que pocas veces pensamos en el sol, lo das por hecho, está ahí. Para nosotros es igual, pero el sol no está ahí, y conscientemente solamente empezamos a pensar en el sol el día que sale por primera vez. Y de esto es de lo que realmente os quería hablar, del día que sale el sol por primera vez.
Es uno de los momentos más especiales del año, la sensación de volver a ver el sol es mágica, es una sensación de paz, de seguridad indescriptible. EL sol es vida, y eso lo tenemos grabado en nuestro cerebro a fuego, sin sol no hay vida.
Para mí, ver el sol por primera vez, es alegría, la misma alegría de ver a un ser querido que hacía mucho que no veías. La sonrisa, la lagrimilla, la sensación de paz, y en este caso de seguridad, de saber que la parte más dura ya se ha acabado, que, aunque quedan los días más fríos por llegar, ya vamos de camino al verano.
Las temperaturas más bajas empiezan cuando ya ha salido el sol, enero y febrero, porque, aunque tenemos sol, está tan bajo que los rayos pasan por encima de nosotros sin calentar. Solamente a partir de mediados de marzo ya empezamos a sentir sus cálidos rayos en nuestra piel.
Tengo la suerte de que, por mi trabajo, siempre estoy fuera y puedo disfrutar de la primera salida del sol, y después de 20 años se ha convertido en un ritual muy importante para mí. El primer día que se pueda ver el sol, tengo que ir a verlo, y aunque vaya con clientes siempre me tomo 3 minutos en silencio para asimilarlo y disfrutarlo a mi manera.
No hay que tener miedo a la oscuridad, después de la oscuridad viene la luz, y te hace apreciarla mucho más.
Texto y fotos Carlos López